miércoles, 28 de enero de 2009

Amor.

Aquí en mi asiento siento que se crean pensamientos inciertos. Los días se suceden como una fila de ordenada de rutinas monótonas. De vez en cuando se cruza un ángel, mi ángel, que me hace sentir cosquillas lilas en la punta de los pies. El lila es el verdadero color de la esperanza, o eso me parece a mí.
Desde mi silla puedo sentir el amor, aprendo a conocerlo sin prisa, con mayor intensidad. Quizás el amor es sólo una amistad diferente, como piensa mucha gente. No. El amor es algo más profundo, me niego a creer que el culpable de esas cosquillas lilas sea algo tan fácil de definir; me niego en rotundo.
Desconozco la definición del amor, pero no por ello me siento una persona inferior al resto, creo que es bueno reconocer que hay cosas que escapan a la magnitud de las mentes más simples y de las más complejas, cosas que no están al alcance de ser definidas, o bien por su exquisita construcción, o bien por tener tantos matices que las convierten en auténticas visiones caleidoscópicas multiplicadas por mil.
En el cojín donde me encuentro sentada no están escritos los componentes del amor, no son cemento, hormigón y arena. En el cojín donde me encuentro sentada están plasmadas las cosquillas lilas de mi amor.

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